martes, 20 de diciembre de 2016

-¿Sabes una cosa?- le dije al despertar.
Se iluminó su cara y tomándose su tiempo, contestó:
-¡Que me quieres!
-Sí- le  contesté, conteniendo mi emoción.
Entonces aceleró su ritmo y mirándome a los ojos me dijo:
-Que me adoras, que siempre quieres estar conmigo, ¿no?.
Con la sonrisa del que se sabe descubierto sólo dije:
-Sí, así es.
Ella dulcemente me abrazó y susurrándome me dijo:
-Ves, papá,  lo sé todo de ti.
Me senté a tu lado y ni nos miramos.
Volvían a ser demasiadas huellas,demasiados anhelos, demasiadas casualidades, demasiadas,...
Entonces pensé que no podía ser de otra manera, había llegado nuevamente a Roma.

viernes, 2 de diciembre de 2016

Y un día volvió... sin rostro

Me olvidé de escribir, de pensar, de mirarme...
Me dió por hacer, por actuar, por querer...
y sin darme cuenta, hago tantas cosas sin pensar,
que ya ni las reconozco.

Un día, decidí vestir siempre igual, para no tener que pensar por las mañanas, para no tener que enfrentarme a la inseguridad de cada día.
Como consecuencia ,dejé de  mirarme al espejo ,de enfrentarme a mí.
Fue miedo a pensar o a tener que decidir, da  igual ,la consecuencia es que no me reconozco en el reflejo, no tengo patrón que calcule la desmedida fuerza de un gesto o de una apariencia.
Cuando dejé de mirarme por fuera pensé que dejaba atrás las inseguridades, no fue así, lo que dejé atrás fue la seguridad que se consigue mirándote a la cara